28 abril 2009

ATENCION VIRUS INFLUENZA PORCINA

ATENCION VIRUS INFLUENZA PORCINA

VIRUS PORCINA

La gripe porcina o influenza porcina es una enfermedad infecciosa causada por cualquier virus perteneciente a la familia Orthomyxoviridae y que ha resultado endémica en poblaciones porcinas. Estas cepas virales son conocidas como virus de la influenza porcina o SIV (por las siglas en inglés de «Swine Influenza Viruses») han sido clasificadas en Influenzavirus C ó alguno de los subtipos del género Influenzavirus A

Las personas que trabajan con aves de corral y con cerdos, especialmente aquellas que se hallan expuestas intensamente a este tipo de animales, tienen mayor riesgo de infección en caso de que éstos porten alguna cepa viral que también sea capaz de infectar a los humanos. Los SVI pueden mutar en un estado que les permite ser contagiados de persona a persona. Se cree que el virus responsable del brote de gripe porcina de 2009 ha sufrido de esta mutación. Los síntomas de la enfermedad son muy parecidos a los de la influenza.

27 abril 2009

La conmovedora historia de Sor María Grisales y su hijo Jeison Andrés.

El día más doloroso de su vida fue hace nueve años cuando supo que él, ya sordo, se quedaría irremediablemente ciego.La entonces joven de 27 años salió tambaleando del hospital y ni siquiera pudo decirle algo a su esposo Edgar Iván Ospina, que había ido a recogerla en el taxi que conducía."A mí se me salió el alma, ese día se me acabó todo. No podía hablar, me ahogaba. Iba a contarle a Edgar y no era capaz", recuerda.Sentada con Jeison en el comedor de su pequeña casa, ubicada en una calle empinada del barrio Enciso El Pinal, en el centro oriente de Medellín, la mujer, ahora de 31 años, recuerda ese día como algo terrible."En la casa me quedé todo el día sola. Edgar no fue capaz de estar conmigo porque yo no aceptaba nada de él, ni que me abrazara ni que me cogiera. Acostada en la cama, cogía la cabeza de Jeison y lloraba. Él me preguntaba por qué lloraba y le decía que me estaba doliendo mucho la cabeza", recuerda.Desde los dos años Jeison asistía al Ciesor, una institución para niños ciegos y sordos y había aprendido a comunicarse por medio del lenguaje de señas, pero ahora ya no podría ver más.El nervio óptico había sido afectado, según parece, como secuela de la rubeola que también le había dejado sordo.

El mundo se cerraba para él y la vida parecía un castigo para Sor Mary."¿Es que yo maté un cura? -se quejaba-. Lloré todo el día y se llegaron las ocho de la noche. Entonces me paré frente al espejo y dije: ¡También es que soy boba! ¿No tiene una mamá bien joven y bien de todo? Y me quité las lágrimas y pensé: a partir de mañana voy con él al colegio", cuenta.Desde la mañana siguiente Sor Mary se convirtió en los ojos y los oídos de su hijo.Una día normalMirando fijamente a su hijo Sor Mary le 'habla' con sus manos, que mueve haciendo signos en el aire, mientras Jeison, ahora de 14 años, las toca suavemente para interpretar ese vuelo.El niño, alto y delgado, responde con sus manos grandes de dedos largos y extremadamente suaves. Nada ve y con la ayuda de un audífono apenas distingue sonidos como el timbre del teléfono. Es casi inexplicable la forma en que entiende a su madre.Ella es ahora una mujer tranquila, de carácter fuerte y risa fácil. No hay rastros de amargura, ni tensión en su rostro, ni siquiera del cansancio de una jornada diaria de 17 horas al lado de su hijo.Y también junto a sus dos hijas porque, como en una muestra de esperanza en la vida, Sor María y Édgar se le midieron a tener a Daniela, hoy de 8 años y Karen, de 5."Me levanto a las cuatro de la mañana hago el almuerzo, ayudo a mi marido a despachar a las muchachas y a las 6:30 salgo con Jeison para el Ciesor. Volvemos más o menos a la una, acabo de hacer el almuerzo y organizo la casa o lavo ropa. Por ahí a las tres empiezo a estudiar con Jeison.


A veces nos vamos hasta las once de la noche", cuenta la madre.Jeison acaba de terminar séptimo grado y puede decirse que Sor Mary también, a pesar de que ya hizo todo su bachillerato. Con él ha repetido cada año lectivo. Es una alumna más en el Ciesor que repite a su hijo cada instrucción de los profesores."Jeison es una persona normal que piensa y analiza. Él se comunica con las manos y yo soy el tren de comunicación suyo con este mundo que nosotros tenemos, porque el mundo de él es diferente", explica Sor.Para muchos la mujer es como una especie de heroína con voluntad de hierro, pero para ella su vida es como la de cualquier otra persona."Las amigas dicen que soy la única capaz de hacer esto, pero yo digo: miren que es lo mismo, solo que tengo un muchacho sordo. Yo me siento normal", asegura.

Llega a tanto la compenetración con su hijo y sus compañeros, que termina hablando a otras madres en lenguaje de señas.A veces, Sor Mary deja traslucir su tristeza porque hay personas que no asumen la función de educar a sus hijos con límites de comunicación."Hay gente que los abandona. A mí me enseñaron que uno es responsable de sus hijos y asumí lo que me tocaba en esta vida. Él tiene derecho a rehabilitarse y a ser una persona totalmente normal. En la casa él es autónomo y cumple normalmente", dice.Los milagros no existenAunque se considera católica, Sor Mary no cree en milagros, sino en lo que ella pueda hacer. Por eso, aunque es serena, su ritmo de vida es frenético.A sus labores cotidianas, le agrega su venta de pizzas. Los fines de semana se la ve instalarse en el parque de Villa Hermosa, un barrio relativamente cerca de su casa, con un cargamento de su producto, cuya masa Jeison ha organizado previamente en casa. Llega con su esposo y sus niños a vender desde las cinco de la tarde hasta la medianoche.Así aumenta los ingresos de su familia, producto de la venta de diversos artículos, desde relojes hasta ropa, que su esposo efectúa en pueblos cercanos a Medellín."Los milagros no existen para mí. El milagro de Jeison es tener la mamá y la familia que tiene, que lo apoya, que está con él. Eso es un milagro, pero no esperar que porque voy a rezar o a dar una limosna él va a volver a ver. Para mí el mejor milagro en la vida es tenerlo a él, porque nos ha enseñado a valorar las poquitas cosas que tenemos", afirma.Con esa fe coge a su hijo del brazo, y sale a la calle de una forma tan normal que nadie se percata de que ella es la visión, los oídos y la voz del muchacho. También es su esperanza, "'¿Y vos cómo hacés?', me dicen. Yo no sé cómo, pero lo hago. Inclusive también sacamos tiempo para el Coro de Manos Blancas. Voy con él y le encanta", dice, y se ríe al recordar la alegría que expresa Jeison cuando la gente aplaude casi hasta el llanto, luego de ver a ese grupo de chicos sordos que cantan con las manos.Sin duda a su vocabulario le deben sobrar definiciones para la palabra amor y esperanza y le falta la palabra imposible.

Está segura que, aunque le toque repetir los exámenes del Icfes, ella va a ingresar a la universidad, para estudiar algo relacionado con educación especial.Seguramente, primero tendrá que 'graduarse' de veterinaria con su hijo, pues por ese lado va la vocación de Jeison."Ya estuve en Estados Unidos invitada a un encuentro de padres de niños sordo-ciegos y hasta me propusieron que me llevara a Jeison, que una familia me ayudaba, pero Édgar y yo pensamos que lo mejor es estar todos juntos. Si podemos ir todos sí, pero separarnos, no. Yo sé que hay muchas oportunidades que uno puede aprovechar".Por eso el futuro lo ve fuera del país, así le toque estudiar otro idioma y a pesar de que a veces se torne ansiosa porque le parece lento el progreso de su hijo. Generalmente mantiene la compostura, pero no tolera que le digan que no es posible una vida digna y feliz para Jeison."Yo no soy muy madura pero los golpes como que me han ayudado. Hace años necesitaba un certificado médico y un pediatra me dijo que un niño como Jeison se moría. ¡Un pediatra, un cirujano! ¿Usted cree que volví a llevarle a mis hijas a una consulta? No le volví a pisar el consultorio. Otra doctora me dijo: 'Qué pesar de usted, y ¿cómo hace?' ¿Usted cree que una profesional le va a decir eso a un padre de familia? Son golpecitos que me han ayudado a demostrarles que Jeison no es cualquier cosa y que es una persona totalmente normal", cuenta.
Con todo, esta mujer que no se resigna ante la adversidad añora desde hace nueve años, cuando se volvió inseparable de su hijo, algo que sabe que en mucho tiempo no podrá realizar."Lo que más me gusta es pasear. Necesito a gritos estar sola en el campo, tirada en un prado y mirando para el cielo. Ese es mi tipo de descanso. Cuando paseo con los muchachos los dejo que se diviertan. Yo siempre estoy con Jeison. No puedo hacer el paseo de tirarme sola".